Los cuatro meses de confinamiento y desescalada hasta llegar a esta nueva normalidad han sido, a buen seguro, los más intensos y extraños de nuestras vidas. Y, sin embargo, las decisiones que se han tomado en estos poco más de cuatro meses van a condicionar una parte sustancial de nuestro futuro personal y social para los próximos diez años. Nunca tanto había cambiado en tan poco tiempo, ni con tanta incertidumbre ni con semejante intensidad. Hacía muchos años, acaso siglos, que no nos sentíamos tan inermes, ni tan frágiles, ni probablemente tan comprometidos y solidarios como ahora.
En LLYC, todos estos dilemas que nos ha dejado a su paso la COVID-19 los hemos resumido en dos lemas que también tienen mucho de sortilegio. Entramos en la era del new normal, estamos en pleno turning point. Acabamos de pasar el punto de inflexión, esa línea imaginaria a partir de la que ya no es posible dar marcha atrás. Entramos en una fase de nueva normalidad que no deja de ser un gran signo de interrogación. Nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste ni cómo se contesta. Por eso es tan necesario anticiparse a esa realidad incógnita. Si se me permite el juego de palabras que da título a estas líneas, darle a la tecla del fast forward, al avance rápido, y vislumbrar, hasta donde nos sea dado, qué nos depara el futuro después de la pandemia.
Hemos dedicado el presente número de la revista UNO a hacer ese ejercicio de prospección. Participan en él varios de nuestros clientes que han destacado en estos meses por su coraje, su originalidad, su innovación, su determinación o su transparencia.
“El emprendimiento se ha reivindicado. Muchas empresas han generado empatía, proximidad, emoción, adhesiones y sentido de pertenencia”
Casi de un día para otro se han encontrado ante una auténtica encrucijada. Han asumido la necesidad de aplicar estructuras y criterios de gestión inéditos, asignado protagonismo y entidad a la comunicación, actualizado su propósito corporativo y redefinido su relación con clientes y grupos de interés. Han asumido la situación excepcional, se han mostrado dispuestos a ayudar, a la vez han pedido ayuda y colaboración, y se han reinventado como compañías, como marcas y también como agentes sociales.
Reflexionamos también sobre el evidente nuevo papel de las empresas. En estos meses han reforzado una marcada dimensión social. Han asumido y hasta reivindicado un papel más activo y coordinado en la necesaria recuperación económica. Hay una trascendente lección de pasadas crisis, la de no dejar a nadie atrás. A las empresas se las va a inspeccionar casi al milímetro hasta verificar si finalmente cumplen o no con esos objetivos. A cambio, van a tener una mayor capacidad de interlocución, mucha más legitimidad que en épocas anteriores y pueden convertirse en un elemento determinante para dar la vuelta a la desafección institucional y hasta al populismo que nos dejó la crisis económica de 2008.
La nueva normalidad arranca con unos territorios claramente definidos. La salud es el primero y el más importante. La buena salud ha dejado de ser una suposición y un deseo más o menos cortés, para reaparecer como una necesidad apremiante y una demanda social. La misma sociedad constituye el segundo territorio. Valores, consensos y convicciones de nuestra vida en común han sufrido una de sus mayores mutaciones de la historia reciente. El alcance y el concepto de la propia sociedad democrática ha mutado. Debería reforzarse, nutrirse y reinventarse con alguna celeridad. No es casual que en poco más de un mes dos presidentes de bancos españoles hayan solicitado públicamente un nuevo contrato social y advertido de que la crispación ni salva vidas ni crea puestos de trabajo.
El ámbito corporativo es el tercer territorio de nueva normalidad. El emprendimiento se ha reivindicado. Muchas empresas han generado empatía, proximidad, emoción, adhesiones y sentido de pertenencia. Han asumido su papel, actuado con responsabilidad y establecido una nueva relación con sus accionistas, inversores, profesionales, clientes y demás grupos de interés. En adelante, los beneficios van a tener muchísimos más sentidos que la estricta referencia a la última línea de una cuenta de resultados.
El cuarto territorio resulta de la intersección de los tres anteriores. Es la colaboración públicoprivada. Ya habíamos barruntado algún avance al hilo de la COP25 de Madrid. La reversión del cambio climático, la economía circular, el compromiso medioambiental, la energía sostenible y, en general, la responsabilidad social corporativa ya habían ganado protagonismo. No tardarán mucho en recuperarlo y ampliarlo.
El quinto territorio resulta de seguir declinando los anteriores. De las compañías y su compromiso resulta una nueva escala para las marcas. Quizá sean menos aspiracionales e ideales, pero sin duda van a ser mucho más reales, comprometidas y participativas.
Los demás territorios de la nueva normalidad procederán de una intersección muy diferente. La que forman la tecnología, especialmente el Big Data, las redes sociales y la ciudadanía. Si las redes sociales ocasionalmente han mostrado su peor cara en estas semanas, el teletrabajo ha sido el gran hallazgo del confinamiento. Muchos valores de gestión se han dado la vuelta tan solo con unas semanas de videoconferencias a las que se han asomado las familias, los imprevistos, la complicidad, el apego y el compromiso. La vuelta sin más a la rutina anterior no parece demasiado factible. Tampoco hay marcha atrás en ese ámbito
Cambiará también la forma de medir los comportamientos, los gustos y hasta los anhelos. La gestión de la incertidumbre va a ser otro aspecto clave en el libro de estilo new normal, al igual que la capacidad predictiva o unos sistemas mucho más abiertos y participativos de retener el talento. De todo esto, y de algunas cosas más, se habla en las siguientes páginas. Les animo a que las lean, a que las interioricen y a que se expresen sobre ellas. El futuro de la nueva normalidad va a ser extraordinariamente abierto y necesita del esfuerzo de todos. Como suele pasar en las mejores historias, que el fast forward nos lleve al destino idóneo dependerá del entusiasmo y el convencimiento con que emprendamos el viaje.