PRINCIPALES RETOS DEL PRÓXIMO PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS

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Como era de esperar y de temer, la elección presidencial norteamericana está muy ajustada entre los dos candidatos en liza y no ha quedado resuelta  al día siguiente del cierre de los colegios electorales. El conteo de los votos será lento, especialmente en algunos estados como Pensilvania, y conocer el ganador llevará aún unos días.  El presidente Donald Trump se ha autoproclamado, en un discurso a las dos y media de la madrugada, vencedor de los comicios, y ha calificado de “fraude” continuar con el escrutinio de los votos, que, dijo, debe concluir inmediatamente. Biden, por su lado, ha manifestado la relevancia de contar todos los votos y confía en un resultado positivo cuando esta tarea esté concluida.

Sea quien sea el próximo inquilino de la Casa Blanca, la realidad es que se enfrenta una situación bien complicada. A continuación analizamos algunos retos clave que el próximo presidente deberá abordar en sus primeros días en el cargo y añadimos un recordatorio de lo que ocurrió en las elecciones del año 2000 en el estado de Florida, con sus diversos recuentos y controversia entre los candidatos.

La sanidad en los Estados Unidos

El principal reto al que se enfrentará el presidente es la crisis provocada por la Covid-19. En muchos sentidos, los Estados Unidos aún no ha dejado atrás la primera oleada de la pandemia, con decenas de miles de nuevos contagios comunicados a diario. Más de 9 millones de casos y 230.000 fallecimientos hacen de este problema, con mucho, el más urgente al que se enfrenta el país: la cifra de 700 muertes por millón de habitantes sitúa a los Estados Unidos el tercer país industrializado más gravemente afectado por la pandemia del mundo.

Esta crisis se ha visto exacerbada por el cariz político que ha adquirido el tema de la prevención de la Covid-19, con una cohorte muy ruidosa de los denominados «anti mascarillas», que muestran una notable falta de voluntad de participar en los protocolos de prevención, y numerosos mensajes contradictorios procedentes de los gobiernos federal y estatales. Esta es una circunstancia sumamente peligrosa ante un virus tan virulento como este, capaz de provocar miles de nuevos casos cuando alguien socializa sin la debida protección de una mascarilla.

 

«Más de 9 millones de casos y 230.000 fallecimientos por COVID-19 hacen de este problema  , con mucho, el más urgente al que se enfrenta el país»

Recuperación económica

Estrechamente relacionado con la pandemia de la Covid-19 está la actual recesión nacional y también mundial, así como la necesidad de que la economía se recupere. En el plano nacional, el PIB del tercer trimestre mostró un crecimiento masivo, debido en parte al efecto que tuvo la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por Coronavirus [CARES, por sus siglas en inglés] aprobada en marzo. sobre el PIB a comienzos de este año. Sin embargo, la situación dista de estar estabilizada, y las esperanzas iniciales de que se produjese una recuperación en V han sido reemplazadas por la inquietud de que el país acabe experimentando una recuperación en W, es decir, con un segundo y profundo valle antes de encarar la ascensión final. Más preocupación suscita la posibilidad de que se dé una recuperación en forma de K, que reflejaría un patrón de reactivación muy irregular y recrudecería la desigualdad de riqueza e ingresos.

Todo esto a pesar de los esfuerzos realizados por los Estados Unidos para estimular la economía, esfuerzos que, muchos de ellos, han acabado en un punto muerto en las negociaciones entre el Gobierno de Trump y la oposición demócrata. A fecha de hoy, el Gobierno no ha aprobado un nuevo paquete de estímulo desde CARES, en gran parte debido a la división del Congreso entre demócratas y republicanos  y a las divergencias en las prioridades económicas entre ambos partidos. La republicanos han tratado de sostener a las empresas, mientras que los demócratas han propuesto ayudas dirigidas a los individuos y a las familias para que puedan hacer frente a la crisis.

«Los esfuerzos realizados por los Estados Unidos para estimular la economía […], han acabado en un punto muerto en las negociaciones entre el Gobierno de Trump y la oposición demócrata»

División sociopolítica

El estancamiento político, con ambos partidos incapaces de alcanzar un consenso, refleja la profunda brecha que también se ha producido en la nación. La política se ha convertido en algo tan personal que muchos ciudadanos ya ni quieren relacionarse con quienes no piensan como ellos. No es un fenómeno nuevo: la división ideológica viene acrecentándose desde, al menos, 2014 cuando, según el Centro de Investigaciones Pew «el 92 % de los republicanos [estaban] a la derecha del demócrata medio y el 94 % de los demócratas [estaban]a la izquierda del republicano medio». Una encuesta más reciente del citado Centro, por ejemplo, arrojó que la mayoría de los ciudadanos afirman ahora no tener, o casi no tener, amigos que respalden al candidato oponente.

Esta división también es patente en las protestas generalizadas del movimiento Black Lives Matter que han recorrido toda la nación y que ponen el foco en el racismo institucionalizado imperante en los departamentos policiales, convirtiéndose en otra manzana de la discordia en las campañas electorales y, por ende, en otro punto de divergencia para la población. Aparte de resolver las reivindicaciones de los manifestantes, la próxima administración deberá encontrar el modo de lidiar con esta fractura social.

Finalmente, la crisis política derivada de las elecciones y de la decisión de Donald Trump de calificar de “fraude” al escrutinio de los votos, de autoproclamarse vencedor de los comicios y de anunciar que planea recurrir al Tribunal Supremo para suspender el recuento de los votos, ha provocado un considerable aumento de la tensión política, que hará muy difícil lograr consensos o, simplemente, acuerdos.

«La política se ha convertido en algo tan personal que muchos ciudadanos ya ni quieren relacionarse con quienes no piensan como ellos»

 

Relaciones entre los Estados Unidos y China

La relación entre Estados Unidos y China es posiblemente la peor en décadas. Es una de las relaciones bilaterales más importantes del mundo, deteriorada gravemente por años de sanciones y una guerra de tarifas. El deterioro, sin embargo, no solo se debe a esos factores, sino, también, a asuntos importantes para ambos lados del espectro político estadounidense, entre ellos la relación entre Taiwán y China, las  protestas en Hong Kong, la competencia tecnológica, las sospechas de una guerra económica y el expansionismo de Pekín en el mar del Sur de China. Sea como fuere, es necesario que se aborde esta postura anti china para evitar que repercuta negativamente en los Estados Unidos pues podría conllevar la pérdida del mercado chino, una menor influencia en Asia Oriental y, en términos más amplios, en el mundo desarrollado, además de la posibilidad de una Guerra Fría en toda regla.

 

Relaciones entre los Estados Unidos y Europa

Como en el caso de China, las relaciones con Europa se han deteriorado considerablemente hasta encontrarse en su punto más bajo en 75 años. Trump nunca ha ocultado su desprecio por la Unión Europea, que considera un instrumento alemán de dominación continental y un claro competidor en el escenario mundial. También ha sido crítico con las contribuciones económicas hechas por los aliados europeos a la OTAN. Por último, Trump ha rechazado de plano, debido en buena medida a sus ideología nacionalista, el sistema multilateral que Europa ha adoptado como mecanismo de toma de decisiones. Esta postura plantea un riesgo para los Estados Unidos en cuanto a su influencia y relaciones internacionales con este importante mercado, y constituye una brecha más que Washington deberá abordar en los próximos cuatro años con independencia de quién ocupe la Casa Blanca.

 

Relaciones entre los Estados Unidos y América Latina

A pesar de la dura retórica de Trump sobre la política comercial y la inmigración mexicana, el presidente ha mantenido una buena relación con su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), gracias, en esencia, a las concesiones comerciales de este último reflejadas en la renegociación del NAFTA (ahora el USMCA) y a su labor en el control fronterizo para detener la entrada de inmigrantes centroamericanos a los EE.UU. a través de México. Aun con todo, la política económica nacionalista y estatalista de AMLO, especialmente en el sector energético, ha sido criticada por las empresas estadounidenses.

Más al sur, en estos últimos cuatro años Estados Unidos ha estrechado lazos con Colombia (presidentes Santos y Duque) y Brasil (presidente Bolsonaro); ha desmantelado, en gran medida, la apertura económica con Cuba impulsada por Obama; y ha implementado un duro embargo comercial y diplomático sobre Venezuela. Si Trump continúa otros cuatro años, cabe esperar que esta política continúe. Si Biden alcanza la Casa Blanca, es posible que algunas de estas políticas – por ejemplo, en Cuba – sean revertidas.

 

 

Todos los votos cuentan: el precedente de Florida

La posibilidad de que los resultados de las elecciones tardarán días o incluso semanas en llegar ha planeado durante meses, y se ha debido tanto a la incertidumbre generada por el Covid-19 como a la propia idiosincrasia del sistema electoral estadounidense. Ha habido casos en el pasado. Los años 1800, 1824, y 1876 vieron graves conflictos acerca de quién había ganado as elecciones. Más recientemente, en 2000, el Supremo tuvo que decidir cómo se iba a llevar el recuento de los votos en tres condados de Florida lo que suponía, indirectamente, decidir el ganador.

El debate se desató cuando el republicano George W. Bush ganó Florida – y, por tanto, la presidencia – con solo 1.784 votos de diferencia sobre el demócrata Al Gore. Al igual que en otros muchos estados, la legislación de Florida prevé un recuento automático del voto cuando la diferencia entre dos candidatos es inferior al 1% escrutado. Posteriormente,  el Partido Demócrata solicitó con éxito un recuento manual. 

Lo que siguió fue una batalla legal entre demócratas y republicanos acerca de si el recuento debía ser llevado a cabo, con la secretaria de Estado de Florida (republicana) y el Tribunal Supremo de EEUU (con cinco jueces nombrados por los republicanos y cuatro por los demócratas) oponiéndose al recuento y el Supremo de Florida (controlado por los demócratas) defendiéndolo. Finalmente, el 12 de diciembre, el Supremo estadounidense ordenó de manera inapelable, con los cinco votos republicanos contra los cuatro demócratas, la suspensión del recuento, cuando George W. Bush había visto su ventaja reducida a 538 votos. En la práctica, el Supremo dictaminó que Bush había ganado las elecciones. 

La crisis de Florida expuso las siguientes características del sistema electoral estadounidense:

  1. La inexistencia de una Ley Electoral a nivel federal; 
  2. La coexistencia de múltiples regulaciones electorales a nivel estatal y, también, de los condados, lo que incluyen cuestiones tan variadas como la documentación necesaria para votar, la constitución del censo electoral, el número y distribución de los colegios electorales, o incluso los tipos de papeletas; 
  3. La inexistencia de una autoridad federal que avale los resultados; 
  4. La inexistencia de una autoridad estatal independiente que avale los resultados y la legitimidad del proceso, dado que la supervisión del recuento de los votos depende del secretario de Estado de cada estado, un cargo político electo; 
  5. La falta de recursos de las autoridades electorales de los estados y el peligro cierto de intimidación de los encargados de realizar el recuento y de los votantes;
  6. La politización del sistema judicial, dado que los miembros de los Supremos de Florida y de EEUU votaron siguiendo sus líneas ideológicas 

En 2020, la posibilidad de un conflicto similar ha sido planteada por diferentes observadores, y ha resultado en la contratación por ambas campañas de equipos legales más grandes de lo habitual para pleitear en caso de que haya conflictos en el recuento. En la semana previa a las elecciones, el Supremo se pronunció sobre la regulación del recuento de los votos en tres de los estados decisivos, Wisconsin, Carolina del Norte, y Pennsylvania. El Supremo también dejó abierta la posibilidad de volver a tratar la cuestión después de las elecciones, pero antes de que se hayan computado los resultados, en Pennsylvania. 

Los factores que contribuyeron a la controversia de Florida en 2020 siguen existiendo, ya que su origen, en buena medida, está en la Constitución y en el sistema jurídico estadounidense. En esta ocasión hay dos elementos adicionales:

  1. El hecho de que haya una participación masiva. Eso puede provocar retrasos en el recuento de votos y hacer que una parte de los sufragios no sean contados nunca; 
  2. El hecho de que Donald Trump haya insistido en múltiples ocasiones en que la oposición demócrata cometerá fraude, en especial en el voto por correo, que ha excedido el 40% del total de los sufragios.

 

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