Todo empezó en 1995 con el asesinato de Maurizio Gucci, nieto y heredero de Guccio, fundador de la firma. Dos años después se descubrió que los cuatro tiros que recibió por la espalda fueron un «regalo» de su exesposa Patrizia. Contrató a un sicario como venganza. Maurizio le había abandonado por una mujer más joven.
En 1998 fue condenada a 26 años de cárcel pero en 2011 se le ofreció la libertad condicional a cambio de trabajos sociales. Pero Patrizia Reggiani nunca había dado un palo al agua y quiso seguir así. Rechazó la oferta y se pasó otros dos años entre rejas cuidando plantas y un hurón que le habían regalado.
Salió libre en 2013 y el año pasado consiguió que un tribunal le concediese una compensación vitalicia de un millón de euros al año, más unos atrasos de 25 millones de euros.
Todo iba a proceder de la herencia de su exmarido en virtud del acuerdo de separación que habían firmado hacía dos décadas. Sí. Ella había planeado su asesinato e iba a hacerse millonaria, pero todavía no ha podido estrenar su fortuna. Sus hijas, que ahora son las administradoras del imperio Gucci, han recurrido esa sentencia.
Cuando eran pequeñas defendían a su madre y no querían creer la verdad, pero ahora han cambiado de opinión. Y para cerrar el culebrón, la última que ha entrado a la trama ha sido la madre de Patrizia, de 90 años.
Viven las dos juntas y le ha citado en los tribunales porque, según ella, es una persona muy influenciable, se está rodeando de malas compañías y no va a saber gestionar los bienes que va a heredar. Cuatro mujeres luchando por una herencia millonaria. No es un culebrón. Es la historia de los Gucci.