El alza en los costos del combustible, la escasez de insumos y el conflicto bélico sumaron factores a la complejidad de supply chain
Hasta ahora, la década de 2020 ha marcado un antes y un después en todos los aspectos de la vida cotidiana. Las empresas, los gobiernos y la población mundial han tenido que ser resilientes ante los acontecimientos inesperados y los efectos que estos han provocado, sobre todo el crecimiento de la incertidumbre.
Específicamente, los “cisnes negros” que provocaron un ajuste acelerado en las cadenas de suministro fueron la pandemia global por el Covid-19 y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
Cuando parecía que el mundo finalmente se ajustaba a la nueva normalidad, esta guerra puso de nuevo en jaque a la economía y a las ya vulnerables cadenas de suministro.
El conflicto entre Rusia y Ucrania y la guerra de los insumos
La invasión rusa a Ucrania ocasionó la paralización total de la cadena productiva de este país europeo. Con los bombardeos se pararon las fábricas, procesadoras y hubo un bloqueo en el movimiento de productos procedentes de Ucrania, tanto por vía marítima como terrestre.
Una acción no calculada por el gobierno ruso fueron las sanciones impuestas por el resto de los países para la compra de sus productos e incluso, la suspensión de operaciones y salida de empresas de distintos sectores del país.
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas, la proyección era que ambos países:
• Exportaran 14 millones de toneladas de trigo.
• Exportación de 18.5 millones de toneladas de maíz.
• Lo anterior, significaba aproximadamente el 7% del comercio mundial de cereales.
Ante la escasez de estos alimentos, no por la falta de producción sino por la imposibilidad de sacarlos de ambos países, los gobiernos del mundo tomaron medidas como la restricción de exportaciones de sus propias cosechas a fin de poder garantizar el consumo nacional.
Además, hay que resaltar otro hecho que sumó complejidad a las cadenas de suministro globales: Mariúpol (Ucrania) es el centro metalúrgico de siderurgia, fabricación de maquinaria pesada y reparación de barcos. Además, es el mayor puerto comercial de Azov, donde se exportan granos, acero, hierro y maquinaria pesada.
La escasez de materias primas, otro de los efectos negativos
De acuerdo con información de la agencia Reuters, Ucrania es un productor importante de gas neón, el cual es un insumo crítico para los láseres empleados en la fabricación de chips.
Estados Unidos recibe más del 90% del neón de grado semiconductor, según la firma de investigación Techcet. Y Rusia provee al mundo el 35% del paladio, un metal raro ocupado también para los semiconductores.
De acuerdo con un reporte de CSCMP’s Supply Chain Quarterly, los precios y retrasos de las piezas electrónicas se podrían extender hasta 2023 y, por lo pronto, seguirán enfrentándose a suministros bajos y altos costos.
La industria también se enfrenta a la escasez de aditivos y materias primas para resinas y a los costos incrementales de combustibles y metales.
También hay otros productos como semiconductores complejos analógicos (ASIC, MCU, MPU, PLD), flash memoria, condensador no cerámico, resistencia y dispositivos lógicos estándar.
De acuerdo con un estudio de Susquehanna Financial Group, los plazos de entrega han aumentado de tres días hasta las 26.2 semanas.
Cabe recordar que la escasez de semicondcutores comenzó en el primer semestre de 2020, provocada por la demanda de tecnología de consumo y de vehículos. La producción de teléfonos inteligentes y automóviles también se vio comprometida ante la falta de chips.
El impacto del conflicto bélico igualmente ha perjudicado a la industria aeronáutica pues Rusia es el principal abastecedor global de titanio, material utilizado en la fabricación aviones y aeronaves.
Este metal tiene una gran importancia para el sector pues es liviano y tiene una alta relación entre resistencia y peso.
FUENTE: THE LOGISTICS WORLD