En el 2024 se habrán revertido las restricciones de la pandemia y la gente buscará con ahínco las interacciones sociales.

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Si analizamos la historia, se puede especular que después de la pandemia las personas querrán disfrutar al máximo la vida al aire libre y en actividades divertidas.

El mundo entero se pregunta cuándo terminará la crisis del Covid-19 y cuáles serán sus efectos más significativos. ¿Será el mundo diferente del que conocemos?
Los extraordinarios avances de la ciencia y la medicina de los que disfrutamos en la actualidad dificultan entender la trágica lucha por la sobrevivencia que ha caracterizado gran parte de la historia humana.

Hoy, las grandes guerras, hambrunas y epidemias de siglos pasados han sido relegadas a los libros de historia. Concentrados en los problemas de hoy –cronocentrismo, le dicen– tendemos a olvidar calamidades aún más trágicas como la plaga de Justiniano, que entre 541 y 343 acabó con la mitad de la población de Europa, Asia, el Norte y África; la peste negra, que reclamó la vida de 20 millones de europeos entre 1346 y 1353 y continuó diezmando ciudades como Londres durante los trescientos años siguientes. Peor aún, la epidemia de viruela, que en conjunto con los trabajos forzados, arrasó entre 1502 y 1520 con aproximadamente el 90% de los indígenas panameños.

Biólogos, historiadores y economistas reconocen que estas tragedias forman parte del ciclo de la vida humana, un continuo caracterizado por crisis y periodos de renovación. Las partes bajas del ciclo van asociadas a conductas de recogimiento espiritual, aumento de la religiosidad, frugalidad en las costumbres y gastos. Las altas, por una renovada alegría de vivir y del consumo.

Uno de los casos más dramáticos de este ciclo de tragedia y renovación fue el de la década de 1920, época de hedonismo y agitación cultural que siguió a la epidemia de influenza española de los años 1918 y 1919.
«Existen paralelos entre la epidemia actual del Covid-19 y la influenza española —las máscaras, fotografías, grandes urbes de rascacielos, la cobertura mediática, las innovaciones tecnológicas—», señaló en su libro La flecha de Apolo el sociólogo Nicholas Christakis, considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time.

Muchas personas se preguntan si habrá una «angustia existencial» que lleve a las personas a vivir la vida al máximo, luego de la pandemia del Covid-19, como se dio en los años 20.

«Probablemente la etapa de recuperación de esta pandemia carezca del salvajismo, desilusión y sentido de fatalismo que animaba a los sobrevivientes de la influenza de 1918», dice John M. Barry.

Casi todos los autores apuntan a que retomaremos los procesos que estaban en marcha antes de la crisis. La biotecnología, la inteligencia artificial, el machine learning y los coches automatizados ejercerán de catalizadores para el desarrollo económico en las próximas décadas. Lo que sí hizo la pandemia fue acelerar la adopción de tecnologías para trabajar en línea y mantener reuniones y videoconferencias. De ellas nos quedará el modelo mixto de trabajo para evitar el tráfico y muchas oficinas terminarán cerrando. Con el estudio online y el e-commerce pasará lo mismo.

Al final, dice Barry, la pandemia será recordada como el más significativo evento global desde la caída de la Unión Soviética. Los efectos del desempleo y el aumento de la desigualdad nos afligirán durante muchos años. Aun así, tarde o temprano, la pestilencia llegará a su fin. La humanidad sobrevivirá. El mundo será diferente, pero no irreconocible.

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